martes, 20 de octubre de 2009

historias de por aquí

Entre las muchas leyendas que tiene nuestra zona, hay una muy llamativa ya que tiene todos los ingredientes de las buenas novelas de acción. Desde luego tiene también su “basado en hechos reales”. Después de leer estas líneas conocerán por qué hay un Priego en Córdoba, por qué la montaña más significativa de nuestro Priego tiene una cruz coronándola y un nombre tan “gore” como “La Degollada”, y por qué hay a quien dar el nombre de los Condes a centros públicos no les hace demasiada gracia. Esta versión de la leyenda es la que contaba el tío Julián, “el ciego”. Durante siglos el Conde de Priego gozaba del tristemente famoso “derecho de pernada” que muchos nobles disfrutaban durante aquella época. Pero lógicamente, a sus súbditos este privilegio no les hacía mucha gracia. Pasase lo de tener que darles parte de la cosecha, lo de que ellos pusieran las leyes... pero lo de acostarse con las recién casadas antes que el propio marido era demasiado. Y muchos pricenses se rebelaron contra esta injusticia. Como suele pasar en toda revuelta, hay dos tipos de “estrategias”. Una fue la no violenta, mediante la cual muchas parejas del pueblo contrajeron matrimonio a la vez para que el Conde no pudiera ejercer el derecho de pernada con todas las novias... y si podía, debería haber nacido unos siglos después y quitarle el puesto a Nacho Vidal. Otros optaron por la lucha armada, y se levantaron en armas contra el Conde y sus aliados. La mayor batalla tuvo lugar en la zona de Valdepedro, pasado el famoso puente Liende (aunque haya quien insista en escribir “Allende”, si mis abuelos lo llaman puente Liende es que se llama puente Liende, punto). Las fuerzas del Conde flaqueaban en esta batalla, por lo que decidió pedir refuerzos a Cuenca. Desde la capital se les enviaron unos “corchetes”, la forma de denominar a un tipo de soldados de esta época, perfectamente equipados y entrenados para sofocar la revuelta. Los rebeldes de Priego, en una vieja tradición hispánica que ya entonces se practicaba y que tantos éxitos y fracasos ha dado en la historia bélica española a distintos bandos y contendientes, se echaron al monte. Dirección, la sierra. Pero a nuestros héroes pricenses la suerte les fue esquiva. Pese a conocer mejor el escarpado terreno que los corchetes enviados por Cuenca, fueron rápidamente atrapados y no hubo piedad con ellos: fueron degollados en lo alto de una de las montañas más conocidas de Priego. En el lugar donde estos valientes fueron ajusticiados tiempo después se levantó una cruz, llamada originalmente “de la Degollación” pero que la sabiduría popular rebautizó como “la Degollá(da)”. Durante muchos años esta cruz ha sido la silueta que ha dominado desde las alturas toda la llanura de la Alcarria conquense. Ahora la tecnología y los avances han hecho que la cruz sea lo que menos destaque en esta montaña dejando el protagonismo a antenas de todos los colores y telecomunicaciones posibles. Pero la historia no acaba aquí... Muchos de los rebeldes tuvieron suerte de no ser asesinados, y fueron “solamente” desterrados de su querido Priego, o tuvieron que exiliarse. Durante mucho tiempo vagaron, dirección al sur, recorriendo las tierras de lo que un tiempo antes había sido el corazón de Al Andalus, para allí encontrar un emplezamiento que les recordó al maravilloso lugar donde está situado nuestro Priego. Se establecieron allí, fundando el conocido Priego de Córdoba. Y colorín colorado.... ¡Alto! ¡Que me chivan que el Priego de Córdoba, cuyo nombre oficial es así, con apellido incluido, se fundó bastante antes que el nuestro! En concreto y con este nombre tan bonito alrededor del siglo IX, aunque ya había asentamientos bastante antes de los romanos. Vale, ya llegó el listo de los cojones a jodernos la leyenda... Bueno, vale, lo siento... pero es lo que hay. Consolémonos pensando que aunque ese Priego es más grande, al nuestro no le hace falta apellido.

1 comentario:

Ricardo dijo...

¡Muy bien, Borja! Te ha faltado poner la firma de la persona que ha escrito esta leyenda. Me ha gustado, pero no es la que tú conocías de una mujer que fue allí degollada, ¿no?
Hubiera estado bien tu propio relato sobre esta otra leyenda.
Se reconoce tu esfuerzo.