martes, 9 de diciembre de 2008

La guerra del Peloponeso (431404 a. C.) fue un conflicto militar de la Antigua Grecia que enfrentó a la Liga de Delos (conducida por Atenas) con la Liga del Peloponeso (conducida por Esparta). Tradicionalmente, los historiadores han dividido la guerra en tres fases. Durante la primera, llamada la Guerra arquidámica, Esparta lanzó repetidas invasiones sobre el Ática, mientras que Atenas aprovechaba su supremacía naval para atacar las costas del Peloponeso y trataba de sofocar cualquier signo de malestar dentro de su imperio. Este período de la guerra concluyó en 421 a. C., con la firma de la Paz de Nicias. Sin embargo, al poco tiempo el tratado fue socavado por nuevos combates en el Peloponeso. En 415 a. C., Atenas envió una inmensa fuerza expedicionaria para atacar Siracusa, en Sicilia. La expedición ateniense, que se prolongó del 415 al 413 a. C., terminó en desastre, con la destrucción de gran parte del ejército y la reducción a la esclavitud de miles de soldados atenienses y aliados.
Esto precipitó la fase final de la guerra, que suele ser llamada la Guerra de Decelia. En esta etapa, Esparta, con la nueva ayuda de Persia, apoyó rebeliones en estados bajo el dominio de Atenas en el Mar Egeo y Jonia, debilitando a la Liga de Delos y, eventualmente, privando a Atenas de su supremacía marítima. La destrucción de la flota ateniense en Egospótamos puso fin a la guerra y Atenas se rindió al año siguiente.
La guerra del Peloponeso cambió el mapa de la Antigua Grecia. A nivel internacional, Atenas, la principal ciudad antes de la guerra, fue reducida prácticamente a un estado de sometimiento, mientras Esparta se establecía como el mayor poder de Grecia. El costo económico de la guerra se sintió en toda Grecia; un estado de pobreza se extendió por el Peloponeso, mientras que Atenas se encontró a sí misma completamente devastada y jamás pudo recuperar su antigua prosperidad. [1] [2] La guerra también acarreó cambios más sutiles dentro de la sociedad griega; el conflicto entre la democracia ateniense y la oligarquía espartana, cada una de las cuales apoyaba a facciones políticas amigas dentro de otros estados, transformó a las guerras civiles en algo común en el mundo griego.
Las guerras griegas, mientras tanto, que originariamente eran una forma de conflicto limitado y formal, se convirtieron en luchas sin cuartel entre ciudades estado que incluían atrocidades a gran escala. La guerra del Peloponeso, que destrozó tabús religiosos y culturales, devastó extensos territorios y destruyó a ciudades enteras, marcó el dramático final del dorado siglo V de Grecia.[3]
Contenido[ocultar]
1 Preludio
1.1 La ruptura de la paz
2 La guerra arquidámica
3 Paz de Nicias
4 La expedición a Sicilia
5 La segunda guerra
5.1 Atenas se recupera
5.2 El triunfo de Lisandro y la rendición de Atenas
6 Consecuencias
7 Bibliografía
8 Referencias
9 Enlaces externos
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Preludio [editar]

Recreación moderna de una fila de hoplitas.
En la Historia de la Guerra del Peloponeso, libro uno, sección 23, Tucídides aclara que Esparta entró en guerra con Atenas «porque sentía temor a un mayor crecimiento del poderío ateniense, viendo que la mayor parte de Hellas se encontraba bajo el control de Atenas».[4] Ciertamente, los casi cincuenta años de historia griega que precedieron al inicio de la guerra del Peloponeso habían estado marcados por el desarrollo de Atenas como uno de los poderes principales en el mundo mediterráneo. Tras rechazar la invasión persa de Grecia en el año 480 a. C., Atenas lideró la coalición de ciudades estado griegas que continuaron las Guerras Médicas conocida como la Liga de Delos, atacando territorios persas en el Egeo y Jonia. Lo que siguió fue un período al cual se refiere como Pentecontecia (nombre dado por Tucídides), en el cual Atenas fue conocida más ampliamente como un Imperio Ateniense,[5] impulsando una guerra agresiva contra Persia. Para mediados del siglo, los persas habían sido expulsados del Egeo y obligados a ceder el control de una amplia cantidad de territorios a los atenienses. Al mismo tiempo, Atenas incrementó su poder. Durante el curso del siglo, varios de sus ex aliados indepedientes fueron reducidos al estatus de estados tributarios de la Liga de Delos; estos tributos fueron empleados para el mantenimiento de una poderosa flota y, luego de mitad de siglo, para financiar grandes programas de trabajos públicos en Atenas.[6]
A poco de instaurada la Pentecontecia, comenzaron a surgir fricciones entre Atenas y los estados peloponesios, incluida Esparta; tras la salida de los persas de Grecia, Esparta trató de evitar la reconstrucción de las murallas de Atenas (sin las murallas, los atenienses habrían estado indefensos ante un ataque por tierra y sujetos al control espartano), pero fueron rechazados.[7] Según Tucídides, aunque Esparta no realizó ninguna acción en ese momento, «se sintieron ofendidos sin manifestarlo».[8] Los incidentes motivados por la reconstrucción de las murallas de Atenas comenzaron a deteriorar sensiblemente las relaciones entre ésta y Esparta. (Véase también Muros largos de Atenas)
En 465 a. C. volvieron a estallar conflictos entre los estados con el inicio de una revuelta hilota en Esparta. Los espartanos solicitaron ayuda a todos sus aliados, Atenas incluída, para sofocar la rebelión. Atenas envió un contingente considerable pero, al llegar, fueron enviados de regreso por los espartanos, mientras que los hombres de los demás aliados tuvieron permiso de quedarse. De acuerdo con Tucídides, los espartanos actuaron de tal manera por temor a que los atenienses cambiasen de bando y apoyaran a los hilotas; ofendidos, los atenienses repudiaron su alianza con Esparta.[9] Cuando finalmente los rebeldes hilotas debieron rendirse y abandonar el país, los atenienses los establecieron en una ciudad estratégica, Naupacto, en el golfo de Corinto.[10]
Para más información, véase La rebelión del monte Itome
En 459 a. C., Atenas se aprovechó de una guerra entre la ciudad vecina de Megara y Corinto, ambas aliadas de Esparta, para sellar una alianza con Megara, obteniendo así un asidero fundamental en el istmo de Corinto. A continuación ocurrió un conflicto de quince años, conocido comúnmente como la Primera Guerra del Peloponeso, en el cual Atenas luchó con intermitencia contra Esparta, Corinto, Egina y otros estados griegos. Durante un tiempo en medio de este conflicto, Atenas controló no sólo a Megara, sino también a Beocia; sin embargo, cuando este terminó, y enfrentando una invasión masiva de Esparta sobre el Ática, los atenienses cedieron los territorios que habían ganado en la Grecia continental, y tanto Atenas como Esparta reconocieron los derechos uno del otro de controlar sus respectivos sistemas de alianzas.[11] Oficialmente, la guerra finalizó con la Paz de los Treinta Años, firmada durante el invierno de 446/445 a. C.[12] [13]

La ruptura de la paz [editar]
En 440 a. C., la Paz de los Treinta Años fue puesta a prueba cuando Samos, uno de los aliados más poderosos de Atenas, se rebeló contra la alianza. Los rebeldes se aseguraron rápidamente el apoyo de un sátrapa persa, y Atenas se encontró ante la posibilidad de encarar revueltas a lo largo de su imperio. Los espartanos, cuya intervención hubiese desatado una guerra para determinar el destino del imperio, llamaron a sus aliados a un congreso para discutir la posibilidad de entrar en guerra con Atenas. No obstante, la decisión del congreso fue no intervenir; los atenienses aplastaron la revuelta y la paz se mantuvo.[14]
La segunda prueba para la paz, y la causa inmediata de la guerra, llegó en la forma de varias acciones atenienses específicas que afectaron a los aliados de Esparta, principalmente a Corinto. Atenas había sido convencida de intervenir en una disputa entre Corinto y Córcira respecto de la guerra civil en Epidamnos y, en la Batalla de Síbota, un pequeño contingente de navíos atenienses jugaron un papel sumamente importante al evitar que la flota corintia capturase Córcira. Sin embargo, cabe notar que los atenienses habían recibido instrucciones indicándoles que no interviniesen en la batalla. La presencia de navíos de guerra de Atenas posicionados cerca del lugar donde tenía lugar la batalla fue suficiente para disuadir a los corintios de tomar ventaja de su victoria, salvando así a la mayor parte de la derrotada flota córcira. Luego de eso, Atenas sitió Potidea, un aliado tributario de los atenienses y ex colonia de Corinto.

431 a. C.
Ultrajados, los corintios comenzaron a presionar a Esparta para que tomara alguna medida en contra de Atenas. Mientras, Corinto ayudaba de manera no oficial a Potidea infiltrando grupos de soldados dentro de la ciudad sitiada para ayudar en su defensa. Estos acontecimientos fueron una violación directa al Tratado de los Treinta Años, que (entre otras cosas) había estipulado que las Ligas de Delfos y del Peloponeso respetarían mutuamente sus autonomías y cuestiones internas.
Una nueva provocación surgió en la forma de un decreto ateniense (establecido en 433/2 a. C.) que imponía estrictas sanciones comerciales contra Megara (otra aliada de Esparta tras la Primera Guerra del Peloponeso). Las sanciones, conocidas en conjunto como el decreto Megarense, fueron ignoradas mayormente por Tucídides, pero los historiadores económicos modernos han notado que prohibir a Megara comerciar con el próspero Imperio Ateniense habría sido desastroso para Megara y, por lo tanto, consideran al decreto como una causa más de la guerra.[15]
En medio de estos eventos, los espartanos llamaron a una reunión de la Liga del Peloponeso en Esparta en el año 432 a. C. Esta reunión recibió a representantes de Atenas al igual que a aquellos provenientes de las ciudades miembros de la Liga, y se convirtió en el escenario del debate entre atenienses y corintios. Tucídides informó que, hasta ese momento, los corintios habían condenado la inacción de los espartanos, advirtiéndoles que si seguían pasivos, pronto se hallarían rodeados de enemigos y sin ningún aliado.[16] Como respuesta, Atenas recordó a Esparta su historial de victorias militares contra Persia y la previno de los peligros de enfrentarse a un estado tan poderoso.[17] Imperturbable, la mayoría de la asamblea espartana votó que los atenienses habían roto la paz, declarando en esencia la guerra.[18]

La guerra arquidámica [editar]


Los Muros Largos que rodeaban Atenas y la unían con El Pireo.
Artículo principal: Guerra arquidámica
Esparta y sus aliados, excepto Corinto, eran dominios con base predominante en tierra, capaces de convocar a grandes ejércitos terrestres que eran prácticamente invencibles (gracias a las legendarias fuerzas espartanas). El Imperio Ateniense, pese a tener base en la península del Ática, se extendía entre las islas del Mar Egeo; los atenienses obtenían su riqueza del tributo que pagaban esas mismas islas. Atenas mantenía su imperio por medio de su poderío naval. Es por este motivo que ambos estados eran relativamente incapaces de plantar una batalla decisiva.
La estrategia espartana durante la primera guerra, conocida como la guerra arquimádica por el rey Arquídamo II de Esparta, era invadir el territorio que rodeaba a Atenas. Pese a que esta invasión privó a Atenas del producto de las tierras circundantes, los atenienses conservaron su acceso al mar y no sufrieron mucho el asedio. Muchos de los pobladores del Ática abandonaron sus granjas y se trasladaron dentro de los Muros Largos que conectaban Atenas con su puerto de El Pireo. Los espartanos también ocuparon Ática durante períodos intermitentes de tres semanas; siguiendo la tradición del sistema hoplítico, los soldados esperaban regresar a sus casas para participar en la cosecha. Además, era necesario mantener el control sobre los esclavos espartanos, conocidos como hilotas, quienes no podían quedar sin supervisión por períodos de tiempo prolongados. La invasión espartana más extensa, en 430 a. C., duró apenas cuarenta días.
Véase también: Invasiones espartanas del Ática durante la guerra arquidámica
Inicialmente, la estrategia ateniense la fijaba el strategos, o general, Pericles, quien aconsejaba a los atenienses evitar la batalla en terreno abierto contra los numerosos y bien entrenados hoplitas, y depender de su flota. La flota ateniense, la de mayor predominio en toda Grecia, asumió la ofensiva, consiguiendo una victoria en la batalla de Naupacto. Sin embargo, en 430 a. C. una plaga golpea a Atenas. La plaga arrasó a la población de la ciudad y, a largo plazo, fue una de las causas principales de su derrota final. La plaga mató a más de 30.000 ciudadanos, marineros y soldados, incluidos Pericles y sus hijos, acabando aproximadamente con una cuarta parte de la gente de Atenas. En consecuencia, la cantidad de soldados se vio reducida drásticamente e incluso los mercenarios extranjeros se negaban a ser contratados por una ciudad asolada por la plaga. El temor era tal que la invasión espartana a Ática fue abandonada, puesto que las tropas no deseaban arriesgarse a contraer la enfermedad.
Tras la muerte de Pericles, los atenienses abandonaron en cierto modo su estrategia conservadora y defensiva, adoptando una más agresiva y llevando la guerra a Esparta y sus aliados. Cleón, líder de la facción más militarista dentro de la democracia ateniense, adquiría cada vez mayor importancia. Dirigidos militarmente por un astuto nuevo general, Demóstenes (quien no debe ser confundido con el orador ateniense), los soldados atenienses lograron algunos triunfos mientras continuaban con sus ataques navales sobre el Peloponeso. Atenas extendió su actividad militar a Beocia y Etolia, y comenzó a fortificar sus puestos alrededor del Peloponeso. Uno de ellos se encontraba cerca de Pilos en una pequeña isla llamada Esfacteria, donde el curso de la primera guerra se puso en favor de Atenas. El puesto en las afueras de Pilos golpeó a Esparta en su punto más débil: su dependencia de los hilotas. Esparta era dependiente de una clase de esclavos, conocidos como hilotas, para que se encargaran de las plantaciones mientras los ciudadanos se entrenaban para convertirse en soldados. Los hilotas hacían posible el sistema espartano, pero ahora el puesto en Esfacteria estaba atrayendo a los hilotas fugitivos. Además, el temor de una revuelta general de hilotas acicateados por la presencia ateniense hizo que los espartanos entraran en acción. Demóstenes, sin embargo, realizó una contramaniobra y atrapó a un grupo de soldados espartanos en Esfacteria, esperando que se rindieran, pero semanas más tarde, aún era incapaz de acabar con ellos. Luego de jactarse de que él podría poner fin a los asuntos de la Asamblea, el inexperto Cleón logró una gran victoria en la batalla de Pilos y la sucesiva batalla de Esfacteria en 425 a. C.. Los atenienses capturaron entre 300 y 400 hoplitas espartanos; los prisioneros fueron utilizados por Atenas como elementos de negociación.
Posteriormente a la batalla, Brásidas, uno de los generales espartanos, reunió un ejército de aliados e hilotas y se dirigió hacia una de las fuentes del poderío de Atenas: la colonia de Anfípolis, que controlaba a un gran número de minas de plata cercanas que Atenas empleaba para financiar la guerra. Cabe descatar que en esta época el historiador Tucídides se desempeñaba como general ateniense y que fue exiliado por su fracaso, impidiendo que Brásidas conquistase Anfípolis. Tucídides llegó demasiado tarde para reforzar las tropas que defendían la ciudad, hecho que llevó a que lo culparan de su caída. En batallas posteriores, tanto Brásidas como Cleón fueron muertos (véase batalla de Anfípolis). Esparta y Atenas acordaron cambiar a los prisioneros por las ciudades capturadas por Brásidas, y firmaron una tregua.

Paz de Nicias [editar]
Artículo principal: Paz de Nicias
Tras la muerte de Cleón y Brásidas, fervientes guerreros de ambas naciones, la Paz de Nicias pudo durar alrededor de seis años. No obstante, esta fue una época de escaramuzas constantes dentro y en las inmediaciones del Peloponeso. Mientras los espartanos se contuvieron de entrar en acción, algunos de sus aliados comenzaron a hablar de revolución. Estas ideas eran apoyadas por Argos, un poderoso estado del Peloponeso que había permanecido independiente de Lacedemonia. Con la ayuda de los atenienses, los argivos tuvieron éxito forjando una coalición de estados democráticos en el Peloponeso que incluia a estados importantes como Mantinea y Elis. Los primeros intentos de Esparta por quebrar la coalición fracasaron, y comenzó a cuestionarse el liderazgo del rey de Esparta, Agis. Envalentonados, los argivos y sus aliados, con el apoyo de un pequeño ejército ateniense al mando de Alcibíades, se pusieron en marcha para tomar la ciudad de Tegea, cerca de Esparta.
La batalla de Mantinea fue la mayor batalla librada dentro del territorio griego durante la guerra del Peloponeso. Los lacedemonios, junto con sus vecinos tegeatas, se enfrentaron al ejército combinado de Argos, Atenas, Mantinea y Arcadia. En la batalla, la coalición aliada logró varias victorias iniciales, pero fracasó en capitalizarlas; esto permitió que las fuerzas de élite espartanas derrotaran a la coalición. El resultado fue una victoria total para Esparta, que rescató a su ciudad del borde de la derrota estratégica. La alianza democrática se fracturó y muchos de sus miembros regresaron a la Liga del Peloponeso. Mediante su victoria en Mantinea, Esparta consiguió recuperarse de una mala situación y restablecer su hegemonía a lo largo del Peloponeso.

La expedición a Sicilia [editar]
Artículo principal: Expedición a Sicilia


Itinerario de la flota ateniense a Sicilia.
En el 17º año de la guerra (415-414 a. C., llegó la noticia a Atenas de que uno de sus aliados más lejanos en Sicilia, Segesta había entrado en guerra con Selinunte, entre otras cosas, por disputas fronterizas. Los selinuntios invocaron la alianza común con Siracusa, ciudad que atacó a Segesta por tierra y mar. Segesta, recordó a Atenas la alianza de esta última con la ciudad de Leontino, existente desde la primera expedición ateniense a Sicilia en 427 a. C., bajo el mando del estratego ateniense Laques. El pueblo de Siracusa era étnicamente dorio (al igual que los espartanos), mientras que los atenienses y sus aliados en Sicilia eran jonios. Atenas sintió la obligación de ayudar a sus aliados, sobre todo por el temor, manifestado y no infundado, de los habitantes de Segesta, de que Siracusa, podría aniquilar a todos los aliados que aún les quedaban a los atenienses y segestanos en tierras sicilianas, y de que lo siracusanos pudieran prestar ayuda militar a las demás poleis dorias de la isla y, por tanto, menoscabar el poderío de Atenas. Segesta prometió sufragar los gastos que ocasionaría la guerra.[19] Como primera medida, la asamblea ateniense decretó, tras oír a los embajadores de Segesta, enviar una embajada a la ciudad aliada para averiguar de cuánto dinero disponía en realidad, e informarse de la situación de la guerra contra Selinunte.[20]
Los atenienses no actuaron únicamente desde una visión altruista: respaldados por Alcibíades, el líder de la expedición, soñaban con la conquista de toda Sicilia. Siracusa, la ciudad principal de Sicilia, no era mucho más pequeña que Atenas, y conquistar Sicilia habría llevado a Atenas una inmensa cantidad de recursos. Durante los últimos estadíos de las preparaciones, personas desconocidas mutilaron las hermai (estatuas religiosas) de Atenas, y Alcibíades fue acusado de crímenes religiosos. Alcibíades exigió que lo enjuiciaran de inmediato para poder defenderse antes de la expedición. Los atenienses sin embargo permitieron que Alcibíades partiera en la expedición sin ser enjuiciado (muchos creyeron que la razón fue prepararse mejor en su contra). Tras llegar a Sicilia, Alcibíades fue llamado de regreso a Atenas para el juicio. Temeroso de que lo condenaran injustamente, Alcibíades se pasó al bando de Esparta y Nicias quedó al mando de la misión. Luego de su traición, Alcibíades informó a los espartanos que Atenas planeaba utilizar Sicilia como trampolín para la conquista de Italia, y emplear los recursos y soldados obtenidos con esas nuevas, futuras conquistas para dominar todo el Peloponeso.
Las fuerzas atenienses consistían en más 100 navíos y 5.000 hombres entre infantería y tropas ligeras. La caballería se limitaba a unos 30 caballos, lo cuales demostraron no estar a la altura de la mayor y mejor entrenada caballería siracusana. Con su llegada a Sicilia, varias ciudades se unieron en el acto a la causa ateniense. Nicias pospuso el ataque en lugar de efectuarlo de inmediato, y así la campaña terminó el año 415 adC con poco daño para Siracusa. El invierno se aproximaba y los atenienses debieron retirarse a sus cuarteles, pasando la dura estación reuniendo aliados y preparándose para destruir Siracusa. El retraso permitió a los siracusanos solicitar la ayuda de Esparta, quien envió al general Gilipo a Sicilia con refuerzos. Una vez en Italia, Gilipo montó un ejército conformado por varias ciudades sicilianas y acudió al rescate de Siracusa. Luego de tomar el mando de las tropas siracusanas, y tras una serie de batallas, el espartano derrotó a las fuerzas atenienses, evitando que invadieran la ciudad.
Nicias mandó a Atenas un pedido de refuerzos, siendo enviado Demóstenes con una nueva flota para unir sus fuerzas con las de Nicias. Se sucedieron más batallas y los siracusanos y sus aliados volvieron a derrotar a los atenienses. Demóstenes abogaba por una retirada a Atenas, pero al pricipio Nicias se negó. Tras nuevos reveses, Nicias estuvo de acuerdo en la retirada hasta que esta fue demorada por un mal augurio (un eclipse lunar). El retraso forzó a los atenienses a una batalla en el puerto de Siracusa. Los atenienses fueron completamente derrotados y Nicias y Demóstenes condujeron al resto de sus fuerzas tierra adentro en busca de aliados. La caballería siracusana los atacó sin piedad, matando o esclavizando a quienes quedaban de la poderosa flota ateniense.

La segunda guerra [editar]
Los lacedemonios no se limitaron a simplemente enviar ayuda a Sicilia; también resolvieron llevar la guerra a los atenienses. Con el consejo de Alcibíades, fortificaron Decelia, cerca de Atenas, y evitaron que los atenienses pudieran utilizar sus tierras durante todo el año. La fortificación de Decelia impidió el envío de suministros a Atenas por tierra, obligando a que fueran transportados por mar con un costo mayor. Lo peor de todo quizá fuera que el trabajo en las minas de plata cercanas fue completamente interrumpido, ya que unos 20.000 esclavos atenienses fueron liberados por los hoplitas espartanos en Decelia. Con los 1.000 talentos del tesoro y reservas de emergencia diluyéndose, los atenienses tuvieron que demandar mayores tributos a sus aliados, aumentando aún más la tensión y la amenaza de otra rebelión dentro del Imperio.
Los corintios, los espartanos y otros miembros de la Liga del Peloponeso enviaron más refuerzos a Siracusa, esperando rechazar a los atenienses; pero en lugar de retirarse, estos mandaron otros cien navíos y 5.000 hombres a Sicilia. Bajo las órdenes de Gilipo, los siracusanos y sus aliados consiguieron derrotar totalmente a los atenienses en tierra; además, Gilipo alentó a los siracusanos a construir una armada, la cual logró vencer a la flota ateniense cuando intentaban la retirada. El ejército de Atenas, buscando escapar por tierra a otras ciudades más amistosas de Sicilia, fue dividido y derrotado; toda la flota ateniense fue destruida y los soldados del ejército ateniense fueron vendidos como esclavos.
Tras la victoria sobre los atenienses en Sicilia, todos creían que el fin del Imperio Ateniense estaba próximo. Su tesoro casi se había agotado, sus astilleros estaban vacíos y sus jóvenes, muertos o prisioneros en territorio extranjero. La fuerza del Imperio Ateniense fue subestimado, pero era verdad que el comienzo del fin estaba cerca.

Atenas se recupera [editar]
Artículo principal: Guerra de Decelia
Después que la expedición a Sicilia fue destruida, Lacedemonia fomentó la revuelta por parte de los aliados tributarios de Atenas y, ciertamente, gran parte de Jonia se levantó contra los atenienses. Los siracusanos pusieron su flota a disposición de los peloponesios, y los persas decidieron apoyar a los espartanos mediante dinero y navíos. Las revueltas y las diversas facciones amenazaban a la mismísima Atenas.
Los atenienses lograron sobrevivir por varias razones. Primero, porque sus enemigos no tenían mucho empuje. Además, Corinto y Siracusa tardaron en trasladar sus flotas al Egeo, y los demás aliados de Esparta también se retrasaron aprovisionando sus tropas y barcos. Los estados Jonios que se revelaron esperaban recibir protección, por lo que muchos regresaron al bando ateniense. Incluso los persas se demoraron en proveer los fondos y naves que habían prometido, frustrando los planes de batalla. Sin embargo, tal vez lo más importante haya sido que los oficiales espartanos no tenían entrenamiento como diplomáticos y eran insensibles y políticamente ineptos.
En el momento en que comenzó la guerra, los atenienses habían ahorrado un poco de dinero y tenían 100 navíos para ser empleados como último recurso. Una vez que zarparon, esas naves se convirtieron en el centro de la flota ateniense durante el resto de la guerra. En Atenas tuvo lugar una revolución oligárquica donde un grupo de 400 personas tomaron el poder. La paz con Esparta habría sido posible, pero la flota de Atenas, ahora con base en la isla de Samos, se negó a aceptar los cambios políticos. En 411 a. C., esta misma flota se enfrentó a los espartanos en la batalla de Sime. La flota designó a Alcibíades como su líder y continuó la guerra en nombre de Atenas. Su oposición llevó a que se restituyera el gobierno democrático a los dos años.
Alcibíades, pese a ser repudiado por traidor, aún tenía peso dentro de Atenas. Él evitó que la flota ateniense atacase Atenas, ayudando a restaurar la democracia por medios más sutiles de presión. También convenció a la flota de Atenas de atacar a los espartanos en la batalla de Cícico de 410 a. C.. Durante esta batalla, los atenienses aniquilaron a la flota espartana y lograron restablecer la base financiera del Imperio Ateniense.
Entre 410 y 406 a. C., Atenas obtuvo varias victorias continuas y recuperó una buena parte de su imperio. En gran parte, todo esto se debió a Alcibíades.

El triunfo de Lisandro y la rendición de Atenas [editar]


Las acciones clave de cada fase.
Luego de una victoria menor de Esparta por parte del hábil general Lisandro en la batalla naval de Notio en 406 a. C., Alcibíades no fue reelecto general de los atenienses y se autoimpuso el exilio de la ciudad. Atenas resultó victoriosa en la batalla naval de Arginusas, donde la flota espartana comandada por Calicrátidas perdió 70 navíos y los atenienses, 25. Sin embargo, debido a las pésimas condiciones climáticas, los atenienses no pudieron rescatar a las tripulaciones varadas ni acabar con la flota espartana. Pese a la victoria, estos fracasos fueron causa de indignación en Atenas y desencadenaron en un polémico juicio. El juicio acabó con la ejecución de seis de los mejores comandantes navales de Atenas. Ahora la supremacía marítima ateniense podía ser desafiada debido a la pérdida de sus líderes más capaces y la baja moral de los tripulantes.
A diferencia de algunos de sus predecesores, el nuevo general espartano, Lisandro, no era miembro de la familia real de Esparta y era formidable en cuanto a estrategias navales; era un hábil diplomático que incluso había cultivado una buena relación personal con el príncipe persa Ciro, hijo de Darío II. Aprovechando la oportunidad, la flota espartana partió de inmediato hacia el Helesponto, la fuente de los granos de Atenas. Bajo la amenaza de la hambruna, la flota ateniense no tuvo otra opción más que enfrentar a los espartanos. Por medio de una astuta estrategia, Lisandro derrotó completamente a la flota ateniense en 405 adC, en la batalla de Egospótamos, destruyendo 168 navíos y capturando entre 300 y 400 marineros atenienses. Sólo 12 barcos atenienses escaparon, y varios de estos navegaron hacia Chipre, llevando al strategos Conón, quien deseaba evitar el juicio de la Asamblea.
Debido al hambre y las enfermedades instaladas a causa del sitio prolongado, Atenas se rindió en a. C. y sus aliados hicieron lo mismo al poco tiempo. Los demócratas de Samos, leales hasta el final, continuaron resistiendo y se les permitió huir para salvar sus vidas. La rendición privó a Atenas de sus muros, su flota y todas sus posesiones de ultramar. Corinto y Tebas exigieron la destrucción de Atenas y la esclavitud para todos sus ciudadanos. Sin embargo, los espartanos anunciaron su rechazo a destruir una ciudad que había prestado servicio a Grecia en tiempos de gran necesidad; Esparta incorporó a Atenas a su propio sistema político; ahora tendría «los mismos amigos y enemigos» que Esparta.
Con esto, los victoriosos espartanos demostraron ser el estado más clemente que haya combatido a Atenas y al mismo tiempo se convirtió en su salvadora, puesto que ni Corinto ni Tebas podían, de momento, desafiar su resolución.

Consecuencias [editar]
Durante un corto período de tiempo, Atenas fue gobernada por los "Treinta Tiranos", suspediéndose el régimen democrático. Este nuevo gobierno reaccionario fue establecido por Esparta. En 403 adC, Trasíbulo derribó a los oligarcas y restauró la democracia.
Pese a que el poderío ateniense estaba fracturado, la guerra de Corinto ayudó a una pequeña mejoría y Atenas siguió teniendo un rol activo en la política griega. A su vez, Esparta fue derrotada por Tebas en la batalla de Leuctra en 371 adC, pero la conquista de Grecia por parte de Filipo II de Macedonia puso fin a todo unos años más tarde.
La guerra del Peloponeso continúa fascinando a las generaciones posteriores debido al modo en que hundió al mundo griego y porque la democracia ateniense cayó ante un Esparta mucho más militarizada. Además, la visión que da Tucídides sobre las motivaciones de los contendientes es mucho más profunda con respecto a cualquier otra guerra de la antigüedad.

Bibliografía [editar]
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The Landmark Thucydides: A Comprehensive Guide to the Peloponnesian War, editado por Robert Strassler, B., Nueva York: The Free Press, 1996 (tapa dura, ISBN 0-684-82815-4); 1998 (tapa blanda, ISBN 0-684-82790-5).

Referencias [editar]
Nacido en Atenas, Tucídides pertenecía a la familia de los Filaidas, ligado a figuras famosas de la historia de la ciudad como Cimón o Milcíades, vencedor de la batalla de Maratón. El nombre de su padre, Óloro, hace pensar que procedía de la Tracia. En el 424 a. C., durante la Guerra del Peloponeso, fue nombrado estratega de la ciudad de Atenas, confiándosele el mando de una flota encargada de romper el asedio de Anfípolis, en Tracia. Fracasó en dicho intento y la ciudad cayó en manos del general espartano Brásidas, por lo que fue condenado al exilio 20 años (Tuc. V 26). Este hecho le dio la oportunidad de obtener información bastante completa, procedente de los dos bandos en conflicto, que utilizó para la composición de la Historia de la Guerra del Peloponeso, en la que narra los acontecimientos ocurridos entre el año 431 a. C. y el 411 a. C. Volvió del exilio veinte años después, al terminar la guerra.
Historiografía en Tucídides. Tucídides sería un modelo de historiador ideal pues tendrá que escribir desde el destierro. En cierto sentido su modo de escribir la historia será la antítesis de Heródoto, al que tildara de mero logógrafo. Propone un libro donde todo sea verdad, utiliza el término sygraphein (acta), contrato con el lector en el que garantiza la veracidad de lo narrado. La forma de escribir historia por tanto está basado en la autopsia, sólo lo que se ha visto se puede escribir. La estructura que tomará será:
Logoi: discursos. No es realmente lo que dijeron los personajes sino que son reconstrucciones aproximadas de lo que pudieron decir.
Erga: acontecimientos. Primero se apoya en lo que han visto los testigos, los interroga hasta estar seguro de lo que en realidad ocurrió y luego se apoya en pruebas jurídicas.
En su obra, escrita con gran rigor y muy prosaica, analiza los hechos, yendo más allá de lo anecdótico para buscar las motivaciones personales de los protagonistas de los hechos, sus ambiciones y sus temores, sin ocultar sin embargo su admiración por algunas posturas políticas. Intenta que prime la objetividad.

Bibliografía [editar]
Tucídides (1990/1992). Historia de la Guerra del Peloponeso. Obra completa. Madrid: Editorial Gredos.
(1990) Libros I-II. Trad. y notas de J. J. Torres Esbarranch. Intr. general de J. Calonge. Rev.: E. Rodríguez Monescillo. ISBN 84-249-1443-0.
(1991) Libros III-IV. Traducción y notas de J. J. Torres Esbarranch. Rev.: E. Rodríguez Monescillo. ISBN 84-249-1444-9.
(1992) Libros V-VI. Trad. y notas de Juan José Torres Esbarranch. Rev.: A. Guzmán Guerra. ISBN 84-249-1484-8.
(1992) Libros VII-VIII. Trad. y notas de J. J. Torres Esbarranch. Rev.: H. Ramos. ISBN 84-249-1604-2.
Tucídides, El discurso fúnebre de Pericles, (edición bilingüe), 2007, Ediciones Sequitur, ISBN 978-84-95363-31-2. Introducción y traducción de Patricia Varona Codeso.

Véase también [editar]
Guerra del Peloponeso
Historia de la Guerra del Peloponeso

Enlaces externos [editar]
Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Tucídides.Commons
Wikiquote
Wikiquote alberga frases célebres de Tucídides.
La revolución en el pensamiento político de Tucídides
Tucídides en la web del Proyecto Apolo (Portal de Apoyo para el estudio de las lenguas clásicas)
Busto de Tucidides en Neapel, Nationalmuseum
El sistema de engarce narrativo de los discursos de Tucídides Nacido en Atenas, Tucídides pertenecía a la familia de los Filaidas, ligado a figuras famosas de la historia de la ciudad como Cimón o Milcíades, vencedor de la batalla de Maratón. El nombre de su padre, Óloro, hace pensar que procedía de la Tracia. En el 424 a. C., durante la Guerra del Peloponeso, fue nombrado estratega de la ciudad de Atenas, confiándosele el mando de una flota encargada de romper el asedio de Anfípolis, en Tracia. Fracasó en dicho intento y la ciudad cayó en manos del general espartano Brásidas, por lo que fue condenado al exilio 20 años (Tuc. V 26). Este hecho le dio la oportunidad de obtener información bastante completa, procedente de los dos bandos en conflicto, que utilizó para la composición de la Historia de la Guerra del Peloponeso, en la que narra los acontecimientos ocurridos entre el año 431 a. C. y el 411 a. C. Volvió del exilio veinte años después, al terminar la guerra.
Historiografía en Tucídides. Tucídides sería un modelo de historiador ideal pues tendrá que escribir desde el destierro. En cierto sentido su modo de escribir la historia será la antítesis de Heródoto, al que tildara de mero logógrafo. Propone un libro donde todo sea verdad, utiliza el término sygraphein (acta), contrato con el lector en el que garantiza la veracidad de lo narrado. La forma de escribir historia por tanto está basado en la autopsia, sólo lo que se ha visto se puede escribir. La estructura que tomará será:
Logoi: discursos. No es realmente lo que dijeron los personajes sino que son reconstrucciones aproximadas de lo que pudieron decir.
Erga: acontecimientos. Primero se apoya en lo que han visto los testigos, los interroga hasta estar seguro de lo que en realidad ocurrió y luego se apoya en pruebas jurídicas.
En su obra, escrita con gran rigor y muy prosaica, analiza los hechos, yendo más allá de lo anecdótico para buscar las motivaciones personales de los protagonistas de los hechos, sus ambiciones y sus temores, sin ocultar sin embargo su admiración por algunas posturas políticas. Intenta que prime la objetividad.

Bibliografía [editar]
Tucídides (1990/1992). Historia de la Guerra del Peloponeso. Obra completa. Madrid: Editorial Gredos.
(1990) Libros I-II. Trad. y notas de J. J. Torres Esbarranch. Intr. general de J. Calonge. Rev.: E. Rodríguez Monescillo. ISBN 84-249-1443-0.
(1991) Libros III-IV. Traducción y notas de J. J. Torres Esbarranch. Rev.: E. Rodríguez Monescillo. ISBN 84-249-1444-9.
(1992) Libros V-VI. Trad. y notas de Juan José Torres Esbarranch. Rev.: A. Guzmán Guerra. ISBN 84-249-1484-8.
(1992) Libros VII-VIII. Trad. y notas de J. J. Torres Esbarranch. Rev.: H. Ramos. ISBN 84-249-1604-2.
Tucídides, El discurso fúnebre de Pericles, (edición bilingüe), 2007, Ediciones Sequitur, ISBN 978-84-95363-31-2. Introducción y traducción de Patricia Varona Codeso.

Véase también [editar]
Guerra del Peloponeso
Historia de la Guerra del Peloponeso

Enlaces externos [editar]
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Wikiquote alberga frases célebres de Tucídides.
La revolución en el pensamiento político de Tucídides
Tucídides en la web del Proyecto Apolo (Portal de Apoyo para el estudio de las lenguas clásicas)
Busto de Tucidides en Neapel, Nationalmuseum
El sistema de engarce narrativo de los discursos de Tucídides
Tucídides: panorama actual (1986)
Tucídides: panorama actual (1986)

martes, 4 de noviembre de 2008

EL CABALLO DE TROYA

ESTUDIO CON PARTICIPACIÓN ESPAÑOLA
El 'caballo de Troya' del VIH
El virus del sida se aprovecha de las células dendríticas para diseminarse

En azul la célula dendrítica madura, que tras haber capturado grandes cantidades del VIH (en verde) se lo está transfiriendo al linfocito T (en rojo).
Actualizado jueves 23/10/2008 14:03 (CET)

ISABEL F. LANTIGUA
MADRID.- Si se pudiera comparar al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) con un personaje de leyenda, su alter ego sería Ulises. Por su capacidad de resistencia pese a los intentos de eliminarlo y, sobre todo, porque al igual que el rey de Ítaca ideó un caballo de madera gigante para llevar a los griegos al territorio de sus enemigos los troyanos, el VIH también ha encontrado su particular caballo de Troya para diseminarse por el organismo. Por primera vez, un equipo de investigadores españoles ha descubierto el 'truco'.
Un trabajo, liderado por miembros del Instituto de Investigación del Sida (IrsiCaixa) del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, ha podido describir una vía de entrada, hasta ahora desconocida, que utiliza el virus para infectar a las células del sistema inmune. Según publican en 'Blood', la revista de la Asociación Norteamericana de Hematología, el VIH utiliza como caballo de Troya a las células dendríticas.
Javier Martínez-Picado, coordinador del estudio, explica a elmundo.es que "la labor de estas células es organizar la respuesta inmune. Se dedican a vigilar el organismo y capturar a los agentes infecciosos que nos invaden. Normalmente, cuando capturan a los patógenos las células maduran y degradan el virus". Una vez hecho esto presentan las pequeñas partes en las que han convertido al invasor a los linfocitos T CD4, que son los que finalmente destruirán por completo al 'enemigo'.
Sin embargo, en el caso del VIH no es así. Martínez-Picado indica que "el virus del sida entra en grandes cantidades en las células dendríticas y se acumula en ellas sin que sea degradado". El VIH aprovecha la misma vía de entrada a las células dendríticas maduras que unas partículas (llamadas exosomas) que genera el propio sistema inmune para aumentar la información sobre el tipo de agente infeccioso que está atacando. Es decir, "ha descubierto un mecanismo que ya existe y lo utiliza en su favor".
El virus se esconde en las células maduras y desde ahí, sin haber sido atacado, puede infectar el centro neurálgico de la respuesta inmunológica: los ganglios linfáticos y los linfocitos T.
Este hallazgo tiene dos implicaciones importantes. "En primer lugar debemos seguir investigando para ver cómo podemos diseñar terapias que permitan frenar este mecanismo de entrada y diseminación del VIH, pero sin afectar a los exosomas, que son imprescindibles para la respuesta inmunitaria", señala el investigador de IrsiCaixa. Estas partículas naturales y el VIH se acumulan en el mismo compartimento y siguen las mismas rutas de transmisión.
"La otra alternativa es que seamos capaces de lograr que las células dendríticas realicen con el VIH el mismo trabajo que hacen con los otros virus. Que lo degraden y lo presenten ya muy reducido a los linfocitos T", dice Martínez-Picado. "En un solo día, una persona infectada por el VIH en ausencia de tratamiento genera hasta 10.000 millones de virus, así que cualquier vía que nos permita frenar su diseminación es necesaria", concluye.









Este punte de tos los santos, o si lo prefereis día de los difuntos.

martes, 28 de octubre de 2008

CREACION DE UN BLOG.

Me parece bien la creacion de este bolg.Esta bien que lo agamos en lengua porque asi perdemos clase..jajaja